Si hay ocho mil cosas que me encantan de este país, lo justo es que haya también unas ocho mil que me hagan extrañar mi tierra. Así que, aquí les enlisto esos pequeños detalles que me recuerdan que no hay nación perfecta.
1.- Paranoia: supongo que cuando un país es víctima de terrorismo, es una necesidad volver más rigurosas las normas de seguridad para cualquier lugar de acceso público (aunque paradójicamente cualquiera con un arma puede ingresar a una escuela y cometer infanticidio). De modo que, aunque útil, me parece un fastidio tener que quitarme la chamarra en un día invernal o vaciar mi bolsa ante la inquisidora linternita del oficial en turno cada vez que quiero entrar a un museo. O bien, me parece terriblemente engorroso el procedimiento que se sigue cuando alguien olvida -o abandona- un paquete en algún vagón del metro: se reporta como una emergencia, el tren se detiene, se desaloja a los pasajeros mientras arriban agentes especializados antibombas para verificar que el contenido del portafolio olvidado no sea un explosivo, mientras tanto, si uno padecía un desorden estomacal y contaba con la prontitud del servicio de transporte subterráneo para llegar a tiempo al escusado, la paranoia de este país le habrá deparado un destino mucho más interesante.
La verdad es que son protocolos de seguridad que funcionan en pro del bien común y que en México servirían de mucho, pero eso no evita que uno se sienta hastiado de tener que quitarse los zapatos para entrar a un museo.
2.- El alumbrado público es prácticamente inexistente: no sé cómo se viva en la ciudad, pero en el 'country' que es donde vivimos muchas au pairs, el alumbrado público no existe. Se vive en la oscuridad perpetua. Hay que imaginarse los bordes de las calles, aceras, jardines y buzones porque no hay ningún faro que ilumine ni un poquitín. Las casas tienen sus luces exteriores pero no representan suficiente iluminación cuando uno intenta estacionarse limpiamente cerca de la banqueta sin tallar las llantas. En México, a diferencia de aquí, la electricidad es un recurso federal y es administrada como tal, lo que nos garantiza que no andaremos a oscuras a las ocho de la noche, porque el alumbrado en exteriores es provisto públicamente.
3.- Los billetes y las monedas son un verdadero lastre: ¡Oh, gloriosos aquéllos días en que podía distinguir las denominaciones de mis billetes con sólo echar un vistazo a mi cartera! Aquí los billetes son todos verdes. Para hacer un conteo de tus propiedades monetarias hay que desdoblar los billetes para saber cuánto valen. Las monedas, a su vez, son chiquititas y confusas porque no tienen ningún número que indique su valor. Además, las de diez centavos no dicen "ten cents" sino "one dime" y cuando uno es recién llegado a este país, ese tipo de denominaciones resultan más confusas que el misterio de la Santísima Trinidad. De igual modo, complica las cosas el hecho de que las monedas de cinco centavos sean más grandes que las de diez centavos pero más pequeñas que las de veinticinco.Culpo al Turista Mundial por hacerme creer que en todo el mundo los billetes eran de colores y las transacciones eran fáciles de realizarse.
4.- La vida nocturna suckea: no sé en otras ciudades del país, pero al menos aquí, los bares -que son pocos- cierran a la una de la mañana y se asemejan más bien a una bodega con bocinas. Desde que estoy aquí, he encontrado sólo un bar con mesitas altas y buena música, pues los demás son, como decía, una especie de cuarto vacío donde todos beben en vasos desechables y deambulan libremente. Puaj.
Encima, los domingos después del atardecer es difícil encontrar algo qué hacer: ¡el mall cierra a las seis! Para la Vainilla del pasado (ésa que vivió en México hasta 2011), los domingos eran el día más esperado para deambular ociosamente en las plazas comerciales de la ciudad. A las ocho de la noche de domingo, los cafés de mi ciudad se encuentran más abarrotados que en cualquier otro momento de la semana, y en las plazas comerciales uno se topa con la mitad de sus amigos en sus mejores fachas -o no- mirando aparadores, saliendo del cine y haciendo compras huecas. Aquí uno termina en el estacionamiento de un Target tomando café de maquinita.
5.- Los peatones son una rara especie: salvo que se trate de DC, (en esta zona del país, claro), Estados Unidos está habitado más por automóviles que por peatones. La gente nunca camina -incluso se mueven en automóvil dentro de un estacionamiento cuando van de una tienda a otra: inaudito- y las banquetas están hechas prácticamente para la gente que pide limosna en los semáforos, porque no hay peatones. Jamás verás a una pareja caminar de la mano sobre una acera o a un niño haciendo equilibrio sobre la barda amarilla de un estacionamiento.
Y no es que no pueda vivir sin ellos (yo también soy una automovilista que no camina desde hace un año y medio), pero en ocasiones sí extraño ver formas de vida humana moviendo las piernas. Sobre todo, cuando tu coche se apaga misteriosamente y no encuentras ningún caminante que te lance un esperanzador "¿Necesita un empujón, güerita?" o cuando vas a una gasolinera y no entiendes cómo funciona la bomba y a tu alrededor no ves más que automovilistas sumergidos en su mundo sobre ruedas, o cuando vas a un estacionamiento público y no encuentras a nadie que te explique sobre horarios o costos, porque, a diferencia de México, en Estados Unidos no hay un oficio llamado 'velador', que es como un guardia o vigilante pero mucho menos formal y que tiene la habilidad de contestar casi cualquier pregunta sobre el negocio por el que vela.
6.- Los perros tienen más derechos que un bracero: me encantan las mascotas, me declaro en contra del maltrato animal y una de las cosas que más me gustan de EUA es el trato digno que le dan a la fauna callejera. Pero, entre eso y que un animal de compañía sea tratado como un ser humano hay una gran diferencia. Me parece innecesario tener que viajar con un animal nervioso que brinca y llena de babas y pelos tu asiento del auto, sólo porque toda la familia está pasando la noche fuera (¡una noche!) y el animalito que es un miembro de la familia, no puede quedarse en casa solo durante ese ridículo período de tiempo. O peor, que el día que la mascota de la familia tiene diarrea, hay que levantarse varias veces en la noche para sacarlo al jardín a hacer lo propio, con el ruido que provoca desactivar y activar una alarma cada vez que se abre la puerta, porque el animal, que está cubierto de pelos y que dormiría en una tibia cama para perros en exteriores, no puede pasar una noche en el jardín porque no está bien: es un animal, tiene sentimientos, pulgas y derechos. Aunque claro, siempre está bien negarle el servicio en Denny's a un latino que sólo quiere desayunar hotcakes.
Sin duda, Estados Unidos es un gran país (y por "gran país" quiero decir GRAN país), pero indudablemente, el tercer mundo también tiene su encanto, y a veces ya no aguanto las ganas de volver a probar una cerveza sin tener que vaciar mi bolsa para encontrar mi pasaporte, pagar un precio decente por un corte de cabello, y sobre todo, preguntarle al transeúnte que deambula a mi lado: "¿me dices la hora, por favor?"
3.- Los billetes y las monedas son un verdadero lastre: ¡Oh, gloriosos aquéllos días en que podía distinguir las denominaciones de mis billetes con sólo echar un vistazo a mi cartera! Aquí los billetes son todos verdes. Para hacer un conteo de tus propiedades monetarias hay que desdoblar los billetes para saber cuánto valen. Las monedas, a su vez, son chiquititas y confusas porque no tienen ningún número que indique su valor. Además, las de diez centavos no dicen "ten cents" sino "one dime" y cuando uno es recién llegado a este país, ese tipo de denominaciones resultan más confusas que el misterio de la Santísima Trinidad. De igual modo, complica las cosas el hecho de que las monedas de cinco centavos sean más grandes que las de diez centavos pero más pequeñas que las de veinticinco.Culpo al Turista Mundial por hacerme creer que en todo el mundo los billetes eran de colores y las transacciones eran fáciles de realizarse.
4.- La vida nocturna suckea: no sé en otras ciudades del país, pero al menos aquí, los bares -que son pocos- cierran a la una de la mañana y se asemejan más bien a una bodega con bocinas. Desde que estoy aquí, he encontrado sólo un bar con mesitas altas y buena música, pues los demás son, como decía, una especie de cuarto vacío donde todos beben en vasos desechables y deambulan libremente. Puaj.
Encima, los domingos después del atardecer es difícil encontrar algo qué hacer: ¡el mall cierra a las seis! Para la Vainilla del pasado (ésa que vivió en México hasta 2011), los domingos eran el día más esperado para deambular ociosamente en las plazas comerciales de la ciudad. A las ocho de la noche de domingo, los cafés de mi ciudad se encuentran más abarrotados que en cualquier otro momento de la semana, y en las plazas comerciales uno se topa con la mitad de sus amigos en sus mejores fachas -o no- mirando aparadores, saliendo del cine y haciendo compras huecas. Aquí uno termina en el estacionamiento de un Target tomando café de maquinita.
5.- Los peatones son una rara especie: salvo que se trate de DC, (en esta zona del país, claro), Estados Unidos está habitado más por automóviles que por peatones. La gente nunca camina -incluso se mueven en automóvil dentro de un estacionamiento cuando van de una tienda a otra: inaudito- y las banquetas están hechas prácticamente para la gente que pide limosna en los semáforos, porque no hay peatones. Jamás verás a una pareja caminar de la mano sobre una acera o a un niño haciendo equilibrio sobre la barda amarilla de un estacionamiento.
Y no es que no pueda vivir sin ellos (yo también soy una automovilista que no camina desde hace un año y medio), pero en ocasiones sí extraño ver formas de vida humana moviendo las piernas. Sobre todo, cuando tu coche se apaga misteriosamente y no encuentras ningún caminante que te lance un esperanzador "¿Necesita un empujón, güerita?" o cuando vas a una gasolinera y no entiendes cómo funciona la bomba y a tu alrededor no ves más que automovilistas sumergidos en su mundo sobre ruedas, o cuando vas a un estacionamiento público y no encuentras a nadie que te explique sobre horarios o costos, porque, a diferencia de México, en Estados Unidos no hay un oficio llamado 'velador', que es como un guardia o vigilante pero mucho menos formal y que tiene la habilidad de contestar casi cualquier pregunta sobre el negocio por el que vela.
6.- Los perros tienen más derechos que un bracero: me encantan las mascotas, me declaro en contra del maltrato animal y una de las cosas que más me gustan de EUA es el trato digno que le dan a la fauna callejera. Pero, entre eso y que un animal de compañía sea tratado como un ser humano hay una gran diferencia. Me parece innecesario tener que viajar con un animal nervioso que brinca y llena de babas y pelos tu asiento del auto, sólo porque toda la familia está pasando la noche fuera (¡una noche!) y el animalito que es un miembro de la familia, no puede quedarse en casa solo durante ese ridículo período de tiempo. O peor, que el día que la mascota de la familia tiene diarrea, hay que levantarse varias veces en la noche para sacarlo al jardín a hacer lo propio, con el ruido que provoca desactivar y activar una alarma cada vez que se abre la puerta, porque el animal, que está cubierto de pelos y que dormiría en una tibia cama para perros en exteriores, no puede pasar una noche en el jardín porque no está bien: es un animal, tiene sentimientos, pulgas y derechos. Aunque claro, siempre está bien negarle el servicio en Denny's a un latino que sólo quiere desayunar hotcakes.
Sin duda, Estados Unidos es un gran país (y por "gran país" quiero decir GRAN país), pero indudablemente, el tercer mundo también tiene su encanto, y a veces ya no aguanto las ganas de volver a probar una cerveza sin tener que vaciar mi bolsa para encontrar mi pasaporte, pagar un precio decente por un corte de cabello, y sobre todo, preguntarle al transeúnte que deambula a mi lado: "¿me dices la hora, por favor?"
2 comentarios:
Entradas como esta me hace querer mas a mi Mexico lindo :)
Totalmente cierto lo de las moneditas!! Chingadas moneditas que convierten el ir de shopping de la experiencia mas padre del mundo en algo totalmente angustiante cuando tienes que ir a la caja a pagar...
Por otro lado, no sé en que parte de México hayas vivido anteriormente. Pero yo aun me encuentro acá y en Coahuila y el !"#$&%/ gobierno con la excusa de la inseguridad (que si existe) nos cierra los antros a las 2 am... osea que a la 1.20 pasan los meseros a cobrarnos, para que a la 1.30 empiecen a encendernos las luces, señal de "larguense ya que hay que cerrar".
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