Resulta que voy a enviar mis pertenencias a mi nueva morada por correo tradicional para no pagar sobrepeso al abordar y así evitar que los magnates de las aerolíneas se compren otra casa en Hawaii con lo que me cobrarían por exceso de equipaje. De modo que, a menos dos semanas de mudarme, estoy empacando todo lo que adquirí en los últimos veintiún meses de mi vida y algunas otras cosas que me acompañaron desde México y sobrevivieron al exilio.
Folletería de los lugares visitados. Tan linda como inútil. |
Parte de mi experiencia au pair la invertí planeando una boda que jamás hubiera podido pagar. |
Por su parte, los artículos de uso personal aún no los empaco porque durante los siguientes trece días aún necesitaré crema, mousse, astringente, y todos esos artilugios de uso femenino y metrosexual. Sin embargo, me encuentro doblando las dosis para depurar un poco la canasta, pues no quiero que a causa de unas gotas de sílica para el cabello mi muy ajustado presupuesto escape de los límites previstos.
A su vez, mi baúl de accesorios para arreglo personal, que durante el último año fue significativamente enriquecido por una señorita de nombre Claire (que es la versión gringa -y morada- de TodoModa) también tendrá que pasar por un riguroso filtro, al que no sobrevivirán los aretes que me lastiman ni las diademas que se me resbalan, a fin de hacer un poco más de espacio en la maleta de carry-on.
Mientras que mi ya armado rompecabezas de mil piezas de Sgt. Pepper lo podré transportar gracias a un adhesivo especial para rompecabezas armados por au pairs aburridas por las tardes (¡así dice el frasco!) que se aplica por encima y lo vuelve 342% más transportable, de modo que no tendré que numerar del uno a mil cada pieza del rompecabezas para volverlo a armar cuando llegue a casa.
Finalmente, bolsas, bufandas, guantes, mascadas y todos esos accesorios que siempre se guardan en el cajón inferior de nuestras cómodas, tendrán que pasar por el mismo proceso depurador. Tristísimo pero práctico.
Muchísima porquería que ya no continuará el viaje. |
Y así es como uno vacía un año entero -o más- dentro de un par de maletas. Hacerlo es motivador, casi tanto como nostálgico. Es estimulante saber que finalmente me estoy moviendo después de pasar tanto tiempo estática, pero no puedo evitar la nostalgia cuando me encuentro con esas fotitos mías haciendo caras raras junto a mis amigas que también hacen caras raras, o los dibujitos en crayones hechos por mis pequeños yankees con cariño para su au pair.
Empacar es, entonces, un recordatorio de que debemos seguir adelante, y también, de que una vez que nos ponemos en el camino, no todo lo que hemos conseguido puede acompañarnos de vuelta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario