sábado, 11 de febrero de 2012

Consumismo

Cuando llegué aquí, si bien no esperaba ahorrar cada centavo de mi sueldo, sí planeaba reducir mis gastos personales y evitar entregarme a las banalidades de las compras huecas e impulsivas. Pues bien, dicho propósito fracasó en cuanto visité la primera grocery store a la que tuve acceso.

Dije y repito: acá las cosas son más caras si hace el comparativo con la divisa nacional (al menos la mexicana). Por ejemplo, el servicio de metro en la Ciudad de México cuesta tres pesos, que equivaldrían  como a veintitrés centavos de dólar, y sin embargo, acá cuesta alrededor de un dólar y medio cada viaje. No obstante,  a pesar de que algunos productos y servicios son más costosos en dólares, una amplísima gama de productos de fabricación nacional está disponible por un precio mucho menor del que se pagaría por ellos en nuestros países de origen al evitarse los costos de importación.
Así que gradualmente, uno termina por adherirse a las benevolentes pautas de consumo de este país, cuando nos acostumos a la disponibilidad de productos, la variedad de marcas y la accesibilidad de los precios.

Yo como foránea terminé por acostumbrarme -sin ningún sacrificio, evidentemente- a que el jarabe Hershey's sea el ingrediente principal para preparar una malteada en lugar de hacerla con chocolate en polvo del Batichoco, cuyo sabor no es tan bueno, así como también a comer  M&M's en lugar de las lunetas económicas que solía comprar para el antojo durante mis tardes como empleada de mostrador, y en general, a sustituir cualquier versión económica Made in China por las originales gringas, que suelen tener un costo mucho mayor en nuestros países. 

Por otra parte, el consumismo no sólo incluye acostumbrarse a lo bueno, sino también restringirse menos y ahorrar nada.
Un día mientras me bañaba, noté que mi botella de champú estaba por terminarse. Usé lo que quedaba y deseché la botella para sustituirla con una nueva que por supuesto ya tenía esperándome en la gaveta. Esto no sería síntoma de consumismo, de no ser porque en mi casa cuando una botella de champú agoniza, solemos invertirla y dejarla un rato en esa posición, para hacer descender el resto del champú y así no desperdiciar nada. Igual la cátsup, la leche condensada y la miel para los hotcakes.

¿Aquí? Jamás. Si la crema de cacahuate se termina no hay necesidad de raspar con un cuchillo hasta sacar el último gramo adherido a las paredes del frasco como si fuese el último en el mundo. Simplemente se sustituye. Ése es el más puro american life style.

De igual modo, el consumismo gringo me ha alcanzado de otras formas: la comida rápida es una de ellas. Con el pretexto de que regresaré a casarme y a comprometerme con las faenas domésticas, pienso que 'tengo derecho' a consentirme un poco antes de entregar el resto de mi vida a la loable labor de cocinar para alguien más, lo que da por resultado, un consumo constante de comida hecha. Esto era impensable para la clasemediera Vainilla de hace seis meses que vivía en su país tratando de estirar cada centavo para pagar las cuentas y comprarse un pantalón de mezcllilla cada tanto.

Otras formas ridículas de consumismo de las que ahora soy víctima, son por ejemplo, comprar dos prendas iguales para no tener que lavar una en cuanto se ensucie; comprar por internet sólo porque mientras navegaba en Yahoo! Respuestas  preguntando cómo mover cosas con la mente, quién inventó los supositorios o cómo silenciar a un niño sin usar la técnica de la manzana en la boca, apareció una ventanita en mi pantalla promocionando unos Converse a 29.90 free shipping; o peor aún: comprar algo en una tienda de ropa cuyas prendas no me convencían del todo, sólo porque me costó mucho trabajo encontrar un espacio en el estacionamiento y más trabajo aún, estacionarme, así que debía hacer valer el esfuerzo (eso me pasó este viernes).


Y no es que tuviera que esperar a venir aquí para descubrir que comprar me hace feliz, sino que fue hasta que estuve aquí, que pude hacerlo libremente, porque a fin de cuentas, si un día se me ocurre gastar todo mi sueldo en Great American Cookies o en Delias.com, casa y comida están garantizadas.

Así que, para las que disfrutamos la ropa regular (no de diseñador ni fancy stuff) y la comida chatarra, el sueldo de au pair nos ajusta muy bien: nos permite obedecer el impulso de llenar el carrito del súper sin preocupación.


3 comentarios:

Aiko dijo...

Jajaja en verdad mori de la risa con lo del champú! Pense que eso solo se veia en mi pais pero por lo visto es un acto comun entre los paises en via de progreso :D

Por otro lado, creo que uno de mis temores mas grandes con respecto a la inmersion en la cultura gringa es ese: volverme realmente consumista. Y mas aun cuando se sabe que al rato se debe volver al pais donde se le saca el jugo a todo.

Vainilla dijo...

Yaro:

Qué alivio saber que la inversión vertical de envases no es sólo un mal de mi país, sino que lo compartimos con nuestros demás hermanos del tercer mundo. Fiuf.

Y no: tu temor no está infundado. El problema no es acostumbrarse al desperdicio, sino tener que regresar a nuestra realidad inicial.

Anónimo dijo...

JAJAJAJAJAJA mori con lo del shampoo, aun no se me acaba mi shampoo & ya tengo otro pote nuevo esperando en mi estante esperando para reemplazarlo. Es un mal que aprendemos en USA

La verdad es que despues de estos seis meses comprando a lo grande (& ridiculo) en USA cuando me toque volver a mi pais no se que hare, me he convertido en toda una shopaholic!

Vainilla cuando fue tu training? El mio fue del 22 al 26 de Agosto & estoy planeando el viaje del mes 13 ya & necesito mas gente qe quiera ir, ya sabes si vas a extender o no?