jueves, 25 de octubre de 2012

¿Quiénes somos las au pairs?

Me da un poco de risa y algo de indignación cuando alguien se sorprende de que nosotras las au pairs también tengamos que pagar por el programa (¡y vaya que no pagamos cualquier suma!). Más de una vez me he topado con hostparents, abuelos o agregados que exclaman sorprendidos cuando se enteran de que nosotras no llegamos aquí 'de gratis', viajando for free gracias a la generosidad de nuestras hostfamilias, como si el único esfuerzo de nuestra parte fuese llenar un formulario para Cultural Care y darle submit.

Esta creencia, tristemente, no está aislada. Forma parte de la gran fantasía que ser au pair es para algunas personas: las de aquí, e incluso, las de allá. Para mucha gente, las au pairs somos chicas sin ocupación venidas de tierra extranjera que buscamos mejorar nuestra situación de vida recibiendo beneficios de una familia anfitriona sin esforzarnos demasiado. Nuestros amigos en casa piensan que estamos vacacionando y que cuando decimos "trabajo" al referirnos a nuestros hostniños lo hacemos con fines meramente ornamentales; mientras que los nativos de la tierra del tío Sam, piensan que venimos aquí casi en calidad de refugiadas y que estaremos felices todo el tiempo, por el simple hecho de pisar suelo norteamericano.

Es cierto que aquí se vive con mayor seguridad, el dinero nos preocupa menos y todas las casas tienen aire acondicionado (God bless América), pero no es verdad que se trate sólo de un paraíso para nosotras, pues la vida au pair está lejos -muy lejos- de ser el año sabático que nuestros amigos y anexos consideran que estamos teniendo, pues en realidad desempeñamos un trabajo y lidiamos con situaciones que se dificultan cuando no dominamos el idioma o no pertenecemos a este país (el MVA y su montón de empleados burócratas saben de qué hablo).
Además, no es que vengamos de una tribu africana situada en una montaña sin posibilidades de conocer un reproductor MP3. De mis hosthijos entiendo su curiosidad cuando me preguntan cómo sobrevivimos en el desierto, pues comprendo que son pequeños y quizá la única imagen que tienen de México es la del desierto de Samalayuca; pero cuando el estereotipo proviene de un adulto que intenta darme la bienvenida al primer mundo como si vivir en un país 'en vías de desarrollo' significase cazar con flechas, la sensación es distinta: me provoca un '¿en serio se puede llegar a viejo siendo tan ingenuo?'.

Encima, como decía, ser au pair no significa que hayas salido de la preparatoria y no sepas qué hacer con tu vida, y te parezca fascinante parasitear de una familia gringa. La mayoría somos profesionistas, andamos alrededor de nuestros veinticincos, hemos tenido trabajos serios y bien remunerados, hemos viajado, nos hemos valido por nuestros propios medios, tenemos más aspiraciones que sólo salir del país a hacer babysitting con niños rubios, y sobre todo, dejamos una vida que queremos recuperar después.

Y no se malentienda: no es que despotrique contra mi trabajo o contra el país que, hasta hoy, me ha acogido amablemente y por el que guardo sincera gratitud. Es el hecho de que existan tantos prejuicios en torno a nuestros países -especialmente los latinoamericanos- y al trabajo que nosotras las au pairs desempeñamos lo que me irrita.

Por ello, he de decirlo una vez más: las au pairs estamos en la búsqueda de una experiencia nueva -whatever it means for every one- y queremos probar tanto como sea posible, pero, para tranquilidad de las familias, eso no significa que no sepamos cómo usar una aspiradora. Además, no somos prófugas de la justicia y al igual que ellos, nosotras también somos clientes de Cultural Care.

lunes, 15 de octubre de 2012

'Room' y no 'space'.

Yo vine a Estados Unidos para volverme bilingüe. Hoy, a trece meses de haber pronunciado mi primer diálogo en tierra extranjera ("water, please" en el avión), me encuentro con que estoy muy lejos de volverme angloparlante, que nunca podré declararme una entidad soberana e independiente del diccionario, que mi oído aún no distingue palabras que sí reconozco escritas y que del slang gringo poco se ha adherido a mi vocabulario.

Para empezar, cuando llegué me topé con que la cultura gringa que es exportada al mundo en forma de harina para hotcakes es falsa, falsísima, pues uno llega creyendo que puede llamarle así a los panecitos circulares domingueros, tal como la tía Jemima nos hizo creer, pero no es así: el nombre real es 'pancakes', y cuando los llamas 'hotcakes' te miran como si les estuvieses pidiendo cerebro de mandril para desayunar.
De igual modo, me encontré con que deshacerme de los falsos cognados me sería más difícil de lo que había pensado. Con mis trescientitantos días de estancia aquí, aún digo "be quiet!" cuando en realidad quiero decir: "¡quieto!". Mi cerebro registra las palabras por su escritura y no por su sonido, y entonces le es difícil entender que al decir 'quiet' obtendré un niño silencioso pero no inmóvil.
Por su parte, palabras como "fun" y "funny" siempre me hacen dudar y termino usando la que es incorrecta. Durante mucho tiempo las creí sustantivo y adjetivo, pero mi hostkido me hizo saber que ambas son adjetivos y que una significa 'divertido' y la otra 'chistoso'. Y bueno, heme ahí diciendo: "¡Qué chistoso es volar en paracaídas!"
Otros errores que aún no logro erradicar de la práctica, son aquellos relacionados con palabras o expresiones que en español tienen dos significados pero en inglés sólo uno (homónimos, se llaman). Por ejemplo "espacio", que a diferencia del español, en inglés sólo tiene un significado y es el relacionado al universo y a su montón de estrellas; por lo que si quieres preguntar si aún hay espacio para ti en el sillón, entonces debes decir: "Is there room for me?". Room. No space. Y bueno, sigo fallando y sigo preguntando si hay suficiente 'universo' para reposar mi crecido trasero en el sillón cada que quiero sentarme a ver una película con los niños.

Y no sólo eso: conforme avanzó el tiempo, me di cuenta, además, de que mi incapacidad para dominar el idioma abarcaba también la fonética, y todavía hoy no puedo distinguir "can't" de "can", salvo que vaya acompañado de un balanceo de cabeza que evidencie el significado de la frase. O bien, aún me son comunes esos errores de entendimiento como el que cometí la primera vez que fui al súper, cuando el cajero me pidió que moviera mi carrito porque estorbaba, pero yo le ofrecía mi tarjeta de débito porque entendía que me la estaba pidiendo, y es que en casos como éste, una letra hace la diferencia y puede hacerte entender que el cajero quiere tu tarjeta y no que muevas tu condenado carro -card y car respectivamente-.

Podría seguir y seguir, porque los ejemplos son infinitos (¿ya les conté lo embarazoso que es no saber pedir comida 'para llevar' porque no tiene uno la expresión a la mano?) pero tengo que aterrizar el desvarío: mi inglés ha mejorado, sin embargo aún no soy una persona funcional con el idioma. Sobrevivo y me hago entender, pero de ninguna manera, podría proclamarme bilingüe. Aún me pierdo en las pláticas muy largas, no entiendo el sentido figurado y el acento de cualquier otra persona ajena a mi hostfamilia me hace sentir que estoy escuchando cualquier otro idioma menos inglés.

Ya no sé a qué atribuírselo. Si a mis dificultades auditivas, al hecho de que -como dijo mi lingüista preferido, cuyo argumento sonará mamoncísimo- mientras más completo sea tu dominio de la lengua materna, más difícil será perfeccionar una segunda, o quizá, a que mi reprimida xenofobia me ha hecho rodearme únicamente de amigas hispanas, o en última instancia, al hecho de que una vez me dieron un balonazo en la cabeza durante un partido de futbol en la primaria y con la pérdida neuronal que me provocó, quedé impedida para aprender un segundo idioma.

Por lo que a falta de adhesión para retener nuevas expresiones y palabras, me he vuelto fan de las onomatopeyas: son muy útiles cuando uno necesita un abrelatas y en lugar de pedirlo por su nombre -que por supuesto hemos olvidado- uno puede decir: where can I find the squik-squik-squik? mientras gira los dedos de la mano como si estuviésemos abriendo una perilla.