sábado, 10 de marzo de 2012

Trabajo pesado

Me pregunto si el trabajo de au pair puede considerarse como un 'trabajo pesado' y no sé qué contestarme.

Supongo que un albañil de rango media cuchara se indignaría si yo me quejara de que mi trabajo es pesado cuando invierto en promedio dos horas laborales diarias viendo Breaking Bad en la tele al tiempo que cuchareo sin descanso botes enteros de helado mientras que mis críos toman sus siestas. ¿Trabajo pesado? Cargar una carretilla repleta de ladrillos bajo el inclemente sol de medio día.

Sin embargo, aun consciente de lo anterior, más de una vez me he escuchado a mí misma quejándome de lo pesado que es el trabajo con niños, aunado a las labores y funciones regulares de una au pair.
Me levanto a las siete de la mañana y bajo a las siete y media para empezar el día. Los papás se despiden y quedo entonces a cargo de mis hijos de mentiras, quienes verán televisión por media hora más -o un poco más, quizá, si finjo que no me di cuenta de lo rápido que pasó el tiempo- y después jugarán bajo mi supervisión con bloques de Lego, pelotas de goma o carritos multicolor, se disfrazarán todos los oficios reales e irreales existentes (como cartero espacial o cirujano de saltamontes), constuirán fuertes con cojines, armarán rompecabezas y de vez en cuando se partirán la propia al caer de un sillón. A las diez de la mañana es hora del snack y tengo que ponerlos a la mesa para recibir su taza de jugo y un puñito de nueces, pasas o gomitas sin azúcar. Después nos siguen media hora de camino sobre ruedas y una hora en la biblioteca, el playground o el centro de desarrollo infantil en los que hay que perseguirlos como guardaespaldas para evitar que maltraten libros, coman demasiada arena o se ensucien de pintura, respectivamente. A las doce hay que volver a casa, pero a diferencia del viaje de ida, en la vuelta hay que cuidar que no se duerman durante el camino. Doce y media y es hora del lunch, que debo preparar en el momento. Después del lunch vienen las siestas. A la niña hay que arrullarla con canciones y al niño hay que leerle cuentos hasta la inconsciencia. Dos horas después hay que entretenerlos nuevamente con más pelotas, rompecabezas, cojines multifuncionales y varitas de hule espuma flexible, hasta las cuatro en que es hora del segundo snack del día y después del cual, los papás hacen aparición y yo, por el contrario, desaparezco tan pronto como puedo apenas les entrego un inventario de sus hijos.  

¿Parece un trabajo pesado? 

No. Aun menos si pensamos en la servidumbre victoriana del siglo XIX que pasaba dieciocho horas de pie cada día atendiendo ridículas demandas de sus amos.
Y sin embargo, termino mis días exhausta. Sin demasiados deseos de salir, arreglarme muy linda para ir a clases o tomarme un café con las amigas. Lo mejor del día laboral es cuando termina y puedo reencontrarme con mi cama por un breve lapso de tiempo.  
Y es que a pesar de que las labores no son pesadas, mis pequeños hosthijos, las vuelven una experiencia agotadora.
Si debo mantenerlos ocupados, no es que abra una caja con juguetes y ellos jueguen sin cansarse. No. Hay que animarlos para que jueguen, y crean que es maravilloso lo que están jugando. Cada diez minutos o se enfadarán y pedirán a chillidos algo verdaderamente bueno para jugar.
Si hay que darles de comer, no es que prepare lo que sea a lo que tenga alcance y se lo coman. Ni siquiera es que pueda confiar en que lo que se comieron el lunes se lo comerán el viernes nuevamente, porque resulta que los lunes les gustan los green beans pero el viernes ya son alérgicos a ellos o juran que jamás les han gustado y los escupen a los dos segundos de tenerlos en la boca.Entonces hay que dedicar esfuerzos a encontrar el guisado que vaya de acuerdo al humor del día.
Si hay que llevarlos a cualquier lugar, hay que lidiar por un buen rato con la pataleta de no querer salir de casa porque hace frío, porque no hay nada en el mundo exterior que valga la pena o porque simplemente parece adorable la idea de llevarle la contraria a tu au pair hasta hacerla enloquecer. 
¿Y qué decir de la hora de la siesta? Bonito sería llevarlos a dormir, cantarles o leerles, apagar las luces, cerrar las puertas y salir. Pero no. La mayoría de las veces hay que enfrentarse a un bebé que no se duerme a pesar de tus esfuerzos musicales por lograrlo o a un pequeño rufián que espera le leas todo el librero familiar para poder dormir y que berreará si te niegas a leerle un quinto libro.

Encima de estas complicaciones que se pueden presentar durante las labores normales, no hay que olvidar que lavar trastes, recoger una cocina y un tiradero de juguetes esparcido por toda la casa también son parte del trabajo de una au pair y que, en muchas ocasiones, ayudan a incrementar la sensación de estar haciendo un trabajo extenuante. Además de que, en mi caso, hay un pequeño toddler en potty training que resulta en mucha ropa que enjuagar, y la constante tensión que representa estar adivinando los designios de la vejiga del infante en cuestión, por lo que salir al parque, o usar el automóvil familiar se convierte en fuente de estrés.


Y para rematar, hay que lidiar con las personalidades de los niños, que no suelen ser las más dulces. Alguna vez -muchas- me quejé de mis clientes en mi anterior empleo porque solían hacer peticiones absurdas, mostrarse verdaderamente insistentes y convertirse en una genuina molestia. Pero hoy, añoro esos días en que ningún cliente mordía ni se orinaba en los pantalones durante un berrinche. Que a pesar de lo molestos que pudiesen estar, yo podría estar segura de que ninguno me asestaría un puñetazo o se tiraría al piso a berrear para poner a prueba mi capacidad de soportar los decibeles más agudos registrados en el mundo.

Ser au pair no es un trabajo terrible, e incluso brinda algunas satisfacciones. Pero no es un trabajo sencillo. Para mí, sí califica dentro de los trabajos pesados del mundo (al menos más pesado de los otros empleos que he tenido), porque se tienen obligaciones cuyo cumplimiento no depende en su gran mayoría de la au pair, sino de sus pequeños 'clientes', que pueden convertir las tareas en una dificilísima misión.

4 comentarios:

Jules dijo...

Claro que es pesado, consume todo tu tiempo, los ninos no te dejan ser!! La verdad aprecié mucho más a mi mamá después de ver cómo es la "maravillosa" labor de ser madre. Y mi segunda revelación, después de haber jugado a mamá postiza, fue que no se me antoja ningún hijito que absorba todo mi tiempo.Dicen por ahi que el mejor anticonceptivo es ser au pair jajaja. Cheers!

Samira Tobio dijo...

Ohhh por esa clase de cosas a veces no se si estoy en el lugar correcto. Pero igual seguire esperando a encontrar mi HF jejeje

Vainilla dijo...

Jules:
Jajá, parece que lees mi mente. Justo dije eso el otro día: "ser au pair es el mejor anticonceptivo que pudieron inventar." Jajajajá. Y no sólo eso, tuve la misma segunda relevación que tú.

Samira:
Precisamente porque estás consciente de eso, es que deberías intentarlo. Malo por las que creen que vendrán a hornear galletitas y a sonreír todo el tiempo. Jajá.

mtuchilla dijo...

Bueno, pues ahí está la mayor expresión del amor...
Solo con él puede uno realizar tantas labores tan cansonas y rutinarias, pero que sin embargo, te dejan un sabor tan agradable y tan diferente del que te proporciona cualquier otra actividad. Seguramente se debe a que todo tu esfuerzo, energía, ingenio, paciencia y una larga lista de etcéteras, las enfocas en alguien que es especial para ti y que de alguna manera ya forma parte importante de uno de los capítulos más bellos de tu historia ¿verdad?.
Te amo mi niña-mamá.