lunes, 2 de julio de 2012

Where is my heart?

Si hay algo que deteste más que empacar, es desempacar, terrible labor que me encuentro realizando por períodos de no más de cinco minutos desde antier en la noche en que regresé a mi hostcasa después de un breve viaje a México.

Los primeros días allá, con mi novio a lado, fueron un tanto abrumadores. Apenas lo encontré en el aeropuerto, me prendí de sus labios y pensé que nunca debí haberme ido. Esa noche comimos unos riquísimos tacos -de la gastronomía mexicana, lo que más extraño- y mi estómago dijo: "¡Estamos de vuelta!". Sin embargo, la magia, deben saber, duró poquitísimo. Al día siguiente me sentía en ningún lado. Dado que mi novio comparte su casa con otros estudiantes, yo sentía invadida nuestra privacidad aunque en realidad la invasora era yo. El servicio de internet estuvo siempre fallando y hacía un calor increíble que a falta de aire acondicionado, me hacía extrañar mis servicios primermundistas: sí, así de jodido. 


Días después, viajé a mi casa. El recibimiento de mi familia aún me tiene wordless: inaudito lo que se siente volver a estar entre los tuyos. Además, claro, la sensación de felicidad se acrecentó debido a que mi mamá cocinó exactamente cada cosa que se me antojó, y a que mi vida social no recibió ningún rechazo (nadie te dirá que no puede verte, cuando sabe que sólo estarás por unos días) mientras que mi reencuentro con la amplia gama de golosinas picosas mexicanas me hicieron pensar: "¡ya'stuvo, no volvemos a Gabacholandia!" Sin embargo, una vez más, el no tener una habitación en casa (y toparte con la que fuese la puerta de la tuya, cerrada con llave), que a la única persona a la que le interesa ver  tu álbum de 1347 fotografías con sus 1347 descripciones seas tú misma, que ya no tengas una rutina de vida en tu ciudad y que tampoco puedas actuar como si fuesen vacaciones porque los demás deben continuar con sus funciones que nada saben de beloved daughters que regresan del extranjero for a little while, me hicieron añorar ese lugar que ya reconozco como mío.

Pero más importante que eso, parecía ser el hecho de que al estar en mi casa recuperé algo de mi identidad perdida. De ésa que sacrificas al firmar para Cultural Care. Volví a reír abiertamente en la sobremesa y a contar historias completas sin temor a que se me acabaran las palabras, dormí tanto como quise sin tener que dar explicaciones, comí en cantidades exorbitantes sin recibir reproches sobre mis malos hábitos, salí y entré de mi casa cuanto quise y sin depender de ningún humor ajeno, hice berrinche y maldije cuando sentí que necesitaba hacerlo en lugar de fingir resignación y encerrarme en mi cuarto a patalear como haría aquí, y abracé, besé y le sonreí a la gente a mi lado como hace casi un año no hago y parezco un tanto esquizoide.

Estando allá, más de una vez dije que ya no me regresaría. A pesar de todo. De la falta de habitación y de la sensación de haber sido descongelada recientemente. No obstante, en la fecha límite para pagar mi extensión, la cajera estúpida de un lugar donde desayuné, bloqueó mi tarjeta de débito y yo no podía hacer el pago. El terror que me dio pensar en que ya no podría quedarme más tiempo en Estados Unidos, puso todo en su sitio.

Al final salí bien librada y regresé. La despedida, he de decir, fue mucho más difícil que la primera vez, porque es como reprobar un año escolar: hay que empezar de ceros otra vez. Como sea, lo hice y volví a mi cuarto. Éste que ahora siento tan mío como ya casi nada. Sin embargo, no pude evitar sentir que me traicionaba a mí misma cuando me enternecí al recibir de mi hostfamilia un globo de "Welcome home" luego de llegar del aeropuerto. Mi corazón ya no sabe exactamente dónde está.

Por ahora, como sea, sólo nos ocupamos de desempacar.

3 comentarios:

tuchilla dijo...

Mi niña, sigue desempacando, esa es tu prioridad ahora.
Esta casa nunca estará completa mientras mis hijos, uno a uno, se vayan saliendo para hacer su vida y encontrar su propio espacio y su propia nueva familia y sentirse parte de ellos.
Esto sin embargo, no es fácil y se encuentra uno con mil disyuntivas y elecciones a cada minuto, hasta que entiende uno que para ganar algo siempre hay que perder otro tanto.
Pero es confortable saber que hay un hogar donde siempre estarán las puertas abiertas por si se quiere regresar y poco a poco integrarse otra vez a su nueva vieja familia.
Vive tu vida, así como vas yo creo que vas muy bien!!!
Te amote.

Isa dijo...

Soy una hostmother y tu blog me ayuda a comprender mis aupairs... Tienes una nueva "fan". Si quieres conocernos, nosotros también tenemos blog ;-)

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