domingo, 5 de agosto de 2012

Expectativas.

Ayer hablé vía videollamada con mi primo adolescente. Al encuentro cibernético se sumaron mis sobrinos y mi tío. Él, un poco más interesado en sólo saber qué hice de mi fin de semana y de ver en tiempo real mis crecidos cachetes, me pidió que le diese un recorrido por la casa para conocerla.

A razón de la agonizante batería de mi laptop, no pude despegarme de la corriente eléctrica y sólo le mostré una vista de 360 grados de mi habitación: mi cama, escritorio lleno de useless stuff, mi tocador repleto de menjurjes de belleza, mi televisión de veinticinco pulgadas y la puertita miniatura de madera que conduce a nowhereland. Después del brevísimo tour, mi tío preguntó: "¿Y dónde está la tele de plasma y el XBOX?"

Crap.

Olvidé que del año de au pairismo, no sólo nosotras tenemos expectativas, sino también nuestra familia. Le expliqué a mi tío que vivo muy modestamente con una familia de clase media-baja, que la casa es pequeña y que no fui provista de ningún lujo ni comodidad exuberante. "Uy, pues qué mal" fue su sentencia final, ya que él, como toda mi familia, esperaba que alejarme más de tres mil kilómetros de casa fuese para mejorar, entendido esto último como acomodarme con una familia que me proveyera de las comodidades que no he tenido en mi vida y que se supone, una familia gringa promedio, puede costear.

Esto último, aunado al hecho de que cuando viajé a México hace casi dos meses, mis hermanos y amigos me bombardearon con preguntas como: "¿Ya fuiste a Disneyworld?, ¿ya hablas inglés?, ¿estás estudiando alguna maestría?", me hizo caer en la cuenta de que no sólo me encuentro bajo la presión de lograr mis propias metas, sino también las de quienes me rodean.

Y es que, aunque la salida fácil siempre es pensar en uno mismo y en lo que uno desea, no se pueden ignorar las esperanzas que los demás depositaron en nosotros cuando salimos de nuestra casa buscando nuestro año de crecimiento personal (salvo el caso, claro, de aquellas chicas que dejan bien claro que vienen a pasear). Sin embargo, es útil. A pesar de que aquí todo resulta ser más difícil que como lo habíamos pensado durante nuestro proceso, pues las escuelas son carísimas -una maestría es inalcanzable par una au pair que no reciba dinero extra-, los viajes a tierras lejanas no son tan fáciles de realizar debido a costos y horarios,  y el inglés resulta no ser un sticker autoadherible cuando uno se la pasa hablando español con toda compatriota, sirve de mucha ayuda recordar que en nuestra casa hay alguien esperando que aprovechemos tanto como se pueda, un año irrepetible en nuestra vida. De modo que, aunque no podamos costearnos una maestría como quisieran nuestras mamás, no podamos recorrer el país de esquina a esquina, como esperarían nuestros amigos aventureros, ni podamos elegir a la familia mejor acomodada que nos garantice viajes mensuales a destinos inauditos, sí podemos ajustar las expectativas de los demás a las metas propias.

Sé, pues, que no puedo fallarme a mí misma y, por ello mismo decidí extender cuando hice una evaluación de mis goals and achievements casi por terminar mi año, pero ahora, para mantenerme más firme en mi segunda vuelta, me sirve de mucho recordarme que tampoco puedo fallarles a ellos.

...Y que regresaré cuando esté lista para decirles: "ya'stuvo, lo logré."

3 comentarios:

Isa dijo...

Disfruta de tu estancia, haz lo que tengas que hacer, piensa en tu propia felicidad y en tus propios logros, no permitas que los demás, los que no dan el paso, vivan tu vida como si fuera la suya. Un abrazo.

Aiko dijo...

De verdad que disfruto mucho leer tus entradas :) Siempre traes algo interesante que leer o alguna reflexion. Ciertamente estoy de acuerdo en todo lo que has mencionado anteriormente, cuando cada au pair deja se hogar no solo se lleva consigo las expectativas propias sino las de toda una familia.

tuchilla dijo...

No te preocupes por lo que los demás queramos... Nosotros no estamos allá contigo, no podemos entender lo que es vivir cómo lo estás haciendo tú, así que todas nuestras expectativas tómalas como eso: expectativas de alguien más. No tuyas.
Yo por mi parte, me conformo con que sonrías. El día que regreses, no me importa lo que digas, yo solo quiero ver una gran sonrisa en tu rostro.