domingo, 12 de agosto de 2012

Desconsideración.

Bien pronto me di cuenta de que a mis hostipatrones les importo yo muy poco. Y no es que esperara que les preocupase la salud de mi perro, o que les interesara saber si me divertí el fin de semana, pero sí esperaba que la actitud integradora que tuvieron los primeros cinco días posteriores a mi llegada les durara un poco más que eso.

Tenía yo como dos semanas de haber llegado, cuando noté que una vez que mi comida entrara al refrigerador, pasaba a ser propiedad de la comunidad y que no les importaría demasiado desecharla si lo consideraban pertinente. Lo más reciente: preparé un adobo al pastor (adobo mexicano hecho con chile guajillo y jugo de piña, principalmente) que me costó un dineral porque aquí los chiles y las especias son carísimos, y lo guardé en el congelador para dosificarlo por varios días. Esos 'varios días' no fueron ni un par porque hostmadre lo desechó. "¿Lo querías? Pensé que ya se te había olvidado. Y es que necesitaba el tupperware." Entendí que tratándose de mí, nunca se detendrían a pensar en que cualquier cosa almacenada en el refrigerador, sobretodo algo preparado y no comprado, tiene una razón para estar ahí, que quien lo haya preparado invirtió tiempo y dinero en hacerlo, y que si está congelado es porque se pretende conservarlo para consumirse después.

A eso le siguieron las desconsideraciones que ya he mencionado otras veces, como abandonarme un fin de semana nevado, o bien, irse de vacaciones sin preguntarme si tenía dinero para comprar comida y sobrevivir en su ausencia.

Otras desconsideraciones, no obstante, me han parecido más delicadas. Como por ejemplo, olvidarse de llamarme a bajar al sótano durante una emergencia cuasi ciclónica. Resulta que una noche cayó una tormenta espantosa. El cielo se veía de un rosado que jamás había visto a las tres de la mañana, las ventanas vibraban y la casa retumbaba con cada destello. Días después, en una plática casual con los hostabuelos, mi patrón comentó que estuvo tan terrible la tormenta que desconectaron el suministro de energía eléctrica y se resguardaron en el sótano toda la noche porque temían que los cristales de las ventanas pudiesen romperse sobre ellos. Bravo. Salvo que mis ventanas estén blindadas, eso, queridos yankees, fue una gran culerada.

Con ese evento, mi situación se esclareció. No necesité más para entender -aunque un poco tarde- que si no les importa algo tan básico como mi seguridad, mucho menos ha de preocuparles que me aburra un fin de semana, que coma algo que me guste o que tenga oportunidad de ir al súper a comprar toallas sanitarias.

Por eso, ya no me sorprendió -aunque no dejó de indignarme- que nunca tuvieran el tiempo suficiente para ayudarme con el trámite de la licencia de conducir. Les pedí ayuda poco después de haber aceptado extender, es decir, hace tres meses después de darme cuenta que me sería imposible hacerlo yo sola. Se los dije por semanas y jamás les vi interés. Ahora, a quince días de que expire mi licencia internacional, se sorprenden porque no sabían que tenía fecha de vencimiento, y les preocupa un poco que la fecha más próxima para examen de manejo sea en octubre; pero no demasiado, porque durante mi extensión ya no necesitan que lleve a su hijo al kínder.

3 comentarios:

Miss Indi Pop dijo...

No manches. Eso de tu seguridad si se me hace una suuuuuper jalada. Eso es algo tan pero tan básico. ¿No puedes extender con otra familia?

Aiko dijo...

De verdad que host-patrones tan mala sangre! Ciertamente ha de ser muy complicada la convivencia bajo esos parametros...Pero bueno toca pedirle a Dios paciencia y en el culo resistencia jaja.

Por cierto para lo del asunto de la comida almacenada en el refrigerador, la solucion mas practica seria que tu misma te compres unos cuantos Tupper, asi luego la host no tendra lio con que ella necesita los suyo y bla, bla, bla...Comprate unos cuantos para ver con que marranada sale!

Exitos!

Unknown dijo...

chíspas!! no sé qué decir... Bueno sísé, pero prefiero no hacerlo.