lunes, 17 de septiembre de 2012

México.

Ayer México celebró 202 años de haber iniciado la guerra que, once años después, le liberaría de la corona española, y que por supuesto, representa para los mexicanos una oportunidad más para festejar, emborracharse y agradecer a la suerte haber nacido en tierra azteca.

Pero en realidad, nowadays, no hay mucho qué agradecer: una democracia de chiste, una soberanía cuasi utópica, un país inundado de violencia, portador de los primeros lugares mundiales en corrupción, nepotismo, homicidios juveniles, obesidad infantil, deserción escolar, feminicidios, asesinatos de migrantes y secuestros, una economía debilitada y frágil, una gran brecha entre clases sociales y verdaderas vejaciones de quienes tienen el poder hacia la clase trabajadora. Así pues, no parece una gran fortuna ser mexicano.

De modo que no resulta congruente festejar con algarabía cuando el país atraviesa por una crisis de naturaleza múltiple, porque trabajos hay menos y prestaciones para los servidores públicos hay más, porque nuestro próximo presidente no ha sido electo por el pueblo sino impuesto por una televisora bajo un proceso fraudulento que quedó a la vista de todos sin que pudiésemos hacer algo más que tuitearlo, y porque enfrentamos una absurda guerra que ha dejado más de 60 mil muertos sin beneficio alguno.

Sin embargo, yo, como mexicana viviendo en el extranjero, tengo bien claro qué amo de mi país, más allá de la gente que dejé ahí. Aprecio ahora más que nunca, nuestra comida, los billetes de colores, el servicio de transporte público, la posibilidad de caminar entre un punto y otro, la educación basada en nalgadas, los canales de televisión abierta, y el hecho de que mandar a un niño por las tortillas no ocasiona que vayas a prisión.

Por eso: felicidades México. Te extraño a pesar de todo.

Pero por ahora, agradezco la donut doble glaseada que voy a bajar a cenar mientras veo una serie en Netflix y me refresca el aire acondicionado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que bonitas palabras.
Eres una mexicanilla de puro corazón.
Yo ni me había puesto a pensar en todo lo que dices... Eres única para escribir mi querida Sor Juana de Petatiux.