domingo, 9 de octubre de 2011

Hoy me regañaron.

Hoy domingo me desperté a las nueve y media de la mañana, lo que consideré un evento afortunado ya que los pequeños moradores de este hogar tienen la insensatísima costumbre de despertar  cada día a las 7.30 a.m., independientemente de los compromisos escolares que el día pueda o no tener para ellos; y hacer muchísimo ruido después de su puntual despertar.

Bajé y la casa estaba sola. ¡Otro evento afortunado! Me bañé, desayuné mis CocoaKrispies, me vestí y me puse online para melosear con mi novio todo el día. Hasta ahí la ausencia me había sentado bien; sin embargo, cuando empecé a sentir hambre y vi que no había nada para comer, salvo alimentos que yo consideraría más bien una botana -como barritas de queso, yogur, galletas y cacahuates-, y un congelador lleno de vegetales verdes que no comería salvo que hubiese una hambruna mundial y dicha reserva constituyera mi única fuente de alimento; la alegría de estar sola se desvaneció.

No sabía dónde estaba mi familia postiza, pero imaginé que no llegaría a tiempo para el dinner, así que busqué otra opciones para comer. Sin embargo, la búsqueda fue inútil ya que no tenía dinero  en efectivo para pagar una pizza de entrega a domicilio y tampoco podía comprar nada porque, como han de recordar mi continua queja, todo aquí me queda a veinte minutos en coche.

Entonces... ¿por qué no ir en coche al súper? Bueno, "mi familia no está", "yo no puedo tomar el coche sin permiso", "el coche es para recoger a los niños de la escuela", "mi familia no confía en mi forma de conducir", "si me pasa algo ni enterados van a estar". Argumentos así de sensatos merodearon mi cabeza y decidí que no podía tomar el coche. Así que no conduje y me preparé por enésima vez, una quesadilla piltrafienta para comer. Mientras me la comía y me abrumaba el tedio dominical, pensaba en lo rico que sería tomar un heladito de Baskin Robbins, salir un rato a la plaza a prestar mi valiosísima atención a las múltiples vitrinas de las múltiples tiendas ahí instaladas, así  como comprar cosas que me hacen falta para mi digna subsistencia. Pero deseché la idea: ¡imposible tomar el coche sin consentimiento!

Más tarde, llegó mi hostfamily. Lo primero que mi hostdado preguntó fue: "¿Y saliste a manejar?". Yo, muy orgullosa de mí le contesté que no, porque no sabía si podía tomar el coche cuando no estuviesen ellos. "¡Ah, vaya, qué au pair tan sensata! ¡Que se sabe una empleada y no un miembro de la familia con innegable derecho a todo!" seguido de dos palmaditas en la cabeza, fue la reacción que yo esperé. Pero no ocurrió.

 En su lugar, mi hostdado me mostró un recado de papel bond tamaño 95x95, escrito con plumón indeleble color rojo carmesí #58, de letras gigantes que decía: "VAINILLA, POR FAVOR, TOMA EL COCHE Y SAL A PRACTICAR. Estamos en Washington y blablablablá" pegado muy visiblemente en la puerta de la entrada, que además es de cristal y permite perfecto la visión.

Le dije la verdad: que no había visto el letrero. Pero su expresión facial, sus cejas arqueadas y su irónico "jmmm", me hicieron saber que no me creyó. Después vino un sermón sobre cómo me atrevo a desperdiciar mis días libres, gastándolos en la inercia del reposo boca arriba, cuando tengo tanto qué mejorar en lo que al american driving refiere. Me disculpé más de una vez, pero el regaño no cesó. Mi  hostpatrón siguió diciendo que no puedo pasar mis días libres sin hacer nada, que es mi obligación manejar con seguridad para su familia, así como acatar las órdenes que me dan y un largo etcétera de argumentos que no tenían razón de ser, porque yo no había desobedecido una orden porque quisiera, sino porque mi miopía, mis períodos de autismo, y mi falta de atención a las puertas de cristal, no me permitieron ver el recado.

Subí a mi cuarto e hice mi merecido berrinche.

Pasé todo un domingo miserable. Aburridísima. Muriendo de hambre. Y todo por hacer lo que yo creí correcto para la familia. De haber visto el jodido papel, habría matado dos pájaros de un resorterazo: habría mejorado mi domingo al conectarme con al civilización, al mismo tiempo que habría cumplido con las expectativas laborales de mi hostfamilia.

Lo más jodido de todo, es que el berrinche no sólo lo hice yo; sino que a los pocos minutos subió mi hostdado a decirme que 'siempre no' me daban el Columbus Day para descansar: que me necesitarían y que mañana nos veíamos para cuidar a los niños. Entonces, mis planes de degustar una riquísima hamburguesa 'Five Guys' y derrochar mi lunes con mi amiga, disfrutando un poco de mi escasa dosis de civilización a la que tengo acceso de vez en cuando, se derrumbaron inmediatamente. Y todo por no haber visto un jodido letrero.

A veces pienso que los hostparents también necesitan un time out. ¡Yo con mucho gusto le aplicaba uno al mío!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Ay que indignacion amiga! lo digo porque ya me imagino cual hubiera sido la mia en tu lugar. jaja
pero bueno paciencia paciennnncia! y la proxima a buscar cartelitos hasta abajo de la heladera por las dudas :P

Jules dijo...

:/ Indignación total. Como dice una canción por ahi, malo si sí, malo si no. Quien los entiende.... No me parece lo del regano, a el q le importa lo q hagas con tu tiempo libre, al fin y al cabo es tuyo no??? :P JMMM