jueves, 11 de agosto de 2011

De la visa y sus vicisitudes

Después de sufrir con el trámite previo a la visita a la embajada, por fin me encontraba en México, D.F., de la mano de mi novio para obtener el tan preciado ticket de entrada a Estados Unidos.

Los pormenores de mi viaje, -como mi fascinación por la economiquísima gastronomía defeña como las sincronizadas de a tres por diez, mi despliegue de envidia por no tener en mi ciudad un sistema tan rápido, eficaz y económico como el metro que te conecte entre dos puntos sólo a cambio de un equilibrio corporal cuasi perfecto, o los llantitos vespertinos que solté en silencio junto a mi novio mientras pensaba que dentro de poco ya no veré más los huequitos de sus mejillas al sonreír- no creo que les interese mucho.

Así que el asunto administrativo que nos confiere a todas las au pairs resultó así:

Cita en el CAS:
Mi cita era a las 11.20 pero la señorita de Primera Plus que nos atendió al llegar, consiguió que nos recibiesen desde las nueve. Así que ahí me tienen formada con mis papeles en mano fuera de las oficinas. Un oficial verificó mis papeles y me dijo que me faltaba un noséqué. Ante mi cara de desolación de niño extraviado en feria de pueblo, consultó con otro colega, y el compita en cuestión le dijo que no me faltaba nada y que podía seguir.
Seguí. Pasé por el detector de metales con el celular de mi novio sin batería y sin tapa (tuve que catafixiárselo por mi iPhone, ya que a esos aparatejos no se les quita la batería bajo ningún procedimiento mecánico). Después me mandaron a mostrador a que sellaran y checaran mis papeles; y posteriormente a la ventanilla número nueve. Ahí me recibió un tipo nefastísimo y grosero. Me pidió mis papeles y me dijo que me tomaría una fotografía pero que me quitara la boina que traía. Gran error. Yo me había bañado la noche anterior y obviamente la boina era para minimizar los efectos del esponjado natural de mi pelo. Le pregunté qué pasaba si salía en la foto con el pelo desordenado. Y me dijo: "¡Es una orden de la Embajada, señorita!". Me habría encantado decirle que era un pendejo y que yo no estaba preguntándole quién mandaba; pero en su lugar sonreí y le pregunté de nueva cuenta si no había problema por mi pelo alborotado -pero sin medias de color- y con su nefastísima cara dijo que no.
Me tomó las fotos, las huellas, me devolvió mi carpeta y con su tonito sangrón me dijo que no olvidara mi cita de mañana. (Como si se te pudiese olvidar la razón por la cual pisas tierra defeña).

Lo que sigue es un paseo por el zócalo, más comida, paseo por el Sanborns de los Azulejos, por la Torre Latino, ocho mil besos más, un chupetón, unas papas adobadas, un churro relleno, dos tarros de cerveza, mil sonrisas, ocho mil besos más, diecisiete fotos, tres estaciones de metro, un cuarto de hotel mediopulgoso pero con tele y agua caliente, y dos horas de sueño.

Cita en la Embajada:
Nos despertamos a las cuatro de la mañana para estar ahí temprano. Mi cita era a las seis y media y llegué a las seis. Había dos filas de personas, y nadie sabía por qué, pero la señora cacahuatera-chicletera-pulparindera me dijo que me mantuviera en la fila en la que yo estaba porque era la efectiva y así fue. A los de la otra fila los mandaron a formarse detrás de nosotros, ¡jo! Y ni siquiera le compré un cacahuate, chicle o pulparindo a la amable vendedora.
Después de un rato, salió un agente mencionando en voz alta los distintos papeles que se debían tener para los distintos tipos de visa. Había todas las letras del alfabeto castellano y creo que unas más del arameo. Nos pasaron. Nos dieron bolsitas Ziploc para guardar nuestras pertenencias prohibidas. Nuevamente un agente revisó nuestros papeles, empezando por la DS160. Cuando llegó conmigo, me dijo que el formato que yo necesitaba era uno llamado i90. Yo le dije que lo que la agencia me había solicitado era el DS2019, pero dijo que no. Que como estudiante de intercambio necesitaba la i90, que lo checara. Le dije: "¿y no puedes checarlo tú?". Me odié por haber dicho eso inmediatamente, pero a pesar de eso, funcionó. Lo checó con otra persona y ésta le dijo que la documentación estaba bien.

Después nos pasaron a unos escritorios felices con empleados infelices a más revisiones de papeles y a recibir más sellos; y posteriormente, a la entrevista. A mí me tocó una mujer, lo que me hizo feliz. En todas las demás ventanillas eran hombres y la mayoría estaban guapos, lo que habría supuesto un tartamudeo y pendejez constantes para mí.
Me recibió en español pero en cuanto vio mi aplicación me habló en inglés. Se me fueron un par de preguntas que tuvo que replantear en español ante mi cara de profundísima pena, pero en general me preguntó cómo me enteré del programa, a qué se dedican mis papás, qué estudié y qué pretendo estudiar allá. Para beneplácito mío, sólo me pidió la documentación de rigor (SEVIS, DS2019 Y DS160) y la aplicación de la familia. Cuando la vio, me dijo: "three children!" después de un asombrado: "you're having full hands!".

 Después metió en mi fólder mis documentos y dijo: "guárdalos bien porque en el aeropuerto te los van a solicitar." Imaginé que mi visa se había aprobado porque no creo que para ejercer como empleada ilegal, limpiando baños en el aeropuerto necesiten ver tu documentación.
Y sí. Salí contenta por mi visa aprobada, apenada por mi spanglish decreciente, y con una revoltura en la panza porque la cuenta regresiva ahora sí es real.

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