miércoles, 24 de agosto de 2011

Despedidas I

Uno de los pendientes que faltó enlistar en la entrada pasada era el de hacer las pertinentes despedidas.

Pues bueno, desde el sábado, después de más de seis años de ser Chica Telcel, estoy desempleada, vagando y gastando mi liquidación burguesamente como si mis papás fueran millonarios y me extendieran una mesada igualmente millonaria cada mes. Me despedí de mi trabajo, de mis compañeros y colegas, de mi escritorio, mi compu, mis vitrinas que nunca terminaron de estar limpias, mi inventario, mi bodega y del estrés de estar detrás de un mostrador atendiendo personas con distintísimas demandas y formas de pedir solución para tales.
No fue tan difícil ya que, a decir verdad, estaba muy cansada de repetir números todo el día ("Le confirmo su recarga: Veinte pesos al 462123..."), de repetir como enferma características y propiedades de equipos telefónicos, de responsabilizarme por un inventario cuando muchas personas tenemos acceso a él, y de intentar que clientes furiosos entrasen en razón sobre los procedimientos de garantía de un equipo, un accesorio o un servicio.

Sin embargo, no puedo decir que no extrañe para nada mi empleo o el hecho de tener una ocupación todo el día. Fue conmovedor despedirme de mis compañeros, de mis jefes y hasta del señor indito que me vende papas cada semana a diez pesitos, porque sé que no volveré a encontrármelos en la misma circunstancia ya.

Además de que renunciar fue el inicio de la cadena de despedidas a la que toda au pair, trotamundos o prófugo de la justicia tiene que enfrentarse.

La segunda de éstas fue aun más difícil. Se trató de mi novio. De él tuve que despedirme con una semana de antelación a mi partida, ya que él regresó a clases a su universidad -far away from here- este lunes, así que tuvimos que despedirnos ese mismo día. A pesar de que no hubo drama, llantos desgarradores ni gritos inundados de tipo: "¡jura que vas a esperarme!", o "¡volveré por ti, lo juro ante Dios que mira!", bastó el hecho de no tener palabras como para entender la magnitud del asunto para ambos. A veces creo que aún no termino de entender que no volveré a verlo sino hasta después de muchas lunas.

Así que aunque ha sido difícil, no ha sido particularme desgarrador (me recuerdo llorando peor con la muerte de Mufasa, la memorización a reglazos de la tabla del siete o con la Barbie Patinadora que Santa Claus nunca hizo favor de traerme), ni he sentido todavía un ápice de arrepentimiento o sospecha de perderme de algo suficientemente significativo como para desear no irme. Quizá porque confío en que todo estará igual a mi regreso.

Por ahora el proceso va bien. Hoy hablé a CC y me dijeron que mi licencia viene en camino. Esperar por mi licencia y hacer maletas es lo último que falta (eso, además superar el miedo a hacer transit en el gigantesco aeropuerto Forth Worth, y cansarme de maldecir a EF por no enviarme en el mismo vuelo que a mis otras dos paisanas) y todavía no he soltado una lagrimita ni he saboreado de lleno el sabor agridulce de una despedida, a pesar de haber efectuado ya un par de ellas.

Quizá cuando termine de delizar el cierre de mi maleta entonces entienda que las despedidas apenas comenzaron y que la parte más difícil aún ni empieza.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Ay nena, amo como escribis, me encanta leer tus entradas :)
Que cosa rara ser desempleada la verdad, igual estoy esperando ese momento jejeje
yo recien termino mi aplicacion asi que empieza la torturadora espera por LA familia..
espero que tengas muchos exitos, un gran año y suerte en el aeropuerto jeje
saludos desde buenos aires :)

Vainilla dijo...

Hey. Muchas gracias por pasar.

¡Suerte para ti! Pronto nos encontraremos por acá, ya verás.