martes, 20 de septiembre de 2011

Cumpleaños

El fin de semana pasado celebré mi cumpleaños.
El sábado me fui a Washington con una au pair alemana, que vive cerca de mi hostcasa. Allá nos encontramos con otras au pairs que yo conocí en el training e hicimos el recorrido forzoso en Washington: La Casa Blanca, el Obelisco, la antigua oficina postal y otras construcciones cuyo nombre e importancia -que no debió ser mucha para mí- no recuerdo. Comimos hamburguesas de cinco dólares en un lugar simpaticón y pasamos toda la tarde visitando tiendas de ropa con mi creciente cara de cansancio y hartazgo.  Para finalizar el paseo, compramos un helado de yogur con libre elección de coberturas. Yo le puse al mío tantas como pude y cuando llegué a la caja, mi sonrisa azucarada desapareció al notar que el precio del helado se calcula en base a su peso. Casi siete dólares.

Al día siguiente -mi cumpleaños- mi hostfamily me regaló flores y me llevó a una tienda de ropa para que eligiera algo. Por la tarde, fuimos a comer a un restaurante de comida mexicana-salvadoreña, y pedí unas ricas enchiladas rojas, bastante aceptables. Mi hostdad me invitó una cerveza y pedí una Negra Modelo de nueve dólares, que una vez que llegó la cuenta, no le hizo gracia tener que pagar. ¿Y dónde quedó la dádiva con el cumpleañero?

Ahí, mi hostfamilia me dio una tarjeta de felicitación y un cupón de cincuenta dólares para gastar en la misma tienda de ropa de la mañana. Después, la bebé se echó encima su cantimplora de agua fría y todos huyeron a la casa, a excepción de mi hostdad y yo, que nos quedamos a esperar la cuenta. Mientras hacíamos plática bilingüe de sobremesa, aparecieron las meseras cantando 'happy birthday to you' y me ofrecieron un flan de cumpleaños. Muy sabroso a decir verdad.

Por la noche, comimos un cheesecake delicioso y entre los niños y yo soplamos las velitas cumpleañeras. Más tarde hablé a México con mi mamá. La recepción era mala y la llamada terminó perdiéndose, pero lo importante había sido dicho.

No fue el mejor cumpleaños de mi vida. Pero fue el mejor cumpleaños que siendo au pair, pude tener. Nada qué lamentar.

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