sábado, 3 de septiembre de 2011

Aiport nightmare

Mi mayor miedo era perderme en el aeropuerto y por consecuencia, perder el vuelo. No era tan descabellado mi temor, ya que tendría que hacer la conexión de mi vuelo en el segundo aeropuerto más grande de Estados Unidos: El Fort Worth.
Sin embargo, un poco de suerte, sumada a una gran atención derivada de mi terrorífica visión de mí misma llorando desolada en un aeropuerto extranjero, hicieron que todo saliera perfecto. Al bajar del avión se debe pasar a migración. Las filas son enormes, pero la atención es buena y rápida. Yo tenía terror de no encontrar la sala de migración, pero no había por qué preocuparse: ellos no te dejarán pisar su país si no haces el papeleo correspondiente, así que TE HARÁN LLEGAR a migración. Después de ahí, tuve que recoger mi maleta, que era mi mayor miedo (no encontrarla, no poder cargarla, tener que pasearla por todo el aeropuerto hasta encontrar mi vuelo… ) sin embargo, no había mucho qué temer: sólo hay que investigar en qué terminal y banda se recoge el equipaje. Generalmente, las bandas tienen una pantalla que muestra de qué vuelo proviene el equipaje, pero hay que saber en qué terminal debes estar, así que pueden consultarlo vía WiFi en la página del aeropuerto. De ahí, hay que pasar inmediatamente la maleta por la banda que la llevará a su destino final. Cosa fácil.

Luego, tuve que buscar el ‘skylink’ para llegar a la otra terminal. Si han viajado en metro, sabrán cómo es este sistema. Llegué a mi terminal, entregué mi boletería y abordé. Después de tres horas y media estaba pisando tierra neoyorquina. Los aeropuertos están perfectamente señalados y no hay razón para perderse. Eso es una tranquilidad para mí, que nací sin sentido de la orientación y con fallas en mi inteligencia temporoespacial, así que pude ir al baño y después recoger mi maleta sin perderme. ¡Todo un sueño!

Lo malo fue que una vez que recogí mi equipaje, cometí el fatalísimo error de salir del aeropuerto y esperar por la persona que me recogería, en la acera de los taxis. Después de dos larguísimas horas esperando de pie, llamé a CC y les dije que nadie me había recogido. Me regañaron, por supuesto, y me dijeron que volviera a entrar y buscara a la persona en la zona de equipaje. Apenas me acerqué y vi al señor con su letrero de Cultural Care Lost Au Pairs. Fui muy feliz después de dos larguísimas horas de angustia y dolor de panza por creerme abandonada.

Una vez encontrada, subí al autobús y llegamos al campus. Entonces supe que había tenido mucha suerte ya que muchas chicas mexicanas no llegaron porque sus vuelos se habían pospuesto hasta el miércoles o jueves de esa semana debido al huracán. Otras perdieron sus vuelos y unas más tuvieron modificaciones en el vuelo de conexión así que tuvieron que dormir en hoteles.
Así que sí: esta semana fui una chica afortunada.

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